top of page

Ella me dijo

Foto del escritor: diversodisidentediversodisidente

Actualizado: 11 nov 2024

por Ethan Solis.


Ella me dijo:


  • Qué curioso - inclinó la cabeza al decirlo - tus historias de infancia se parecen a las historias que me han contado chicos trans. ¿Estás segura que eres cis?

Sentí una gota de sudor frío por la espalda y el eco de una frase en mi cabeza: No puedo ser ‘eso’ (aunque en realidad no estaba seguro de qué era ‘eso’).

Al cuestionar mi punto de atracción hacia otros, había aceptado recientemente que yo caía fuera del círculo de la heteronormativa. ‘Bisexual’ era la palabra que finalmente me daba sentido en ese entonces y era la única explicación que yo me daba, a que después de una relación de más de once años con el papá de mi hija, hubiera tenido una relación de casi dos años con mi primera ‘novia’ y ahora hubiera conocido a esta otra chica que me hacía preguntas que me incomodaban.

Ella, era la primera chica (trans) con la que platiqué en mi vida de estos temas y encontré que, si bien nuestras historias de vida eran muy diferentes, podía entender en sus pláticas conceptos que antes jamás había escuchado (como la palabra ‘disforia’).

Aún recuerdo lo confundido que me sentí cuando me preguntó varios días después: ¿Cuáles son tus pronombres? A decir verdad, si bien había cuestionado mi atracción sexual y romántica, no había considerado que podía cuestionar mis pronombres. Ni el Género. Esa palabra que tan poco entendía, menos me cuadraba y tanto me oprimía sin darme cuenta.

¿Y cómo llegué a ese momento?


Crecí rodeado de ideologías rígidas, en entornos donde no hablaban jamás de estos temas, pero te vinculaban con alguna magia extraña toda una cadena de conceptos de cómo yo debería de ser con base a los genitales con los que nací (escuela de monjas, donde sólo asistían niñas y se veía a los niños como una especie extraña). Y así es como al nacer con vulva, mi ‘destino’ tenía que ser aceptado: género femenino, pronombre ella, atracción romántica y sexual hacia hombres, usar ropa de niña, querer las mismas cosas que todas mis compañeras parecían querer.

Pero la verdad es que jamás me terminó de cuadrar la ecuación. Siempre sentí que había niños, niñas y yo. Era un diagrama de Venn donde no entendía si yo era la intersección de ambos conjuntos (niña/niño al mismo tiempo) o era un conjunto distinto (ni niña ni niño). Y sentía que entre menos me lo cuestionara parecía cuadrar mejor para los demás.

Aún recuerdo cuando una niña en 5to. de primaria preguntó al grupito mientras jugábamos:


  • Si pudieran elegir que hubieran sido al nacer, ¿elegirían ser niñas de nuevo?


Sin pensarlo dos veces, dije que, si tuviera esa opción, elegiría ser niño, aunque quizás sería un niño raro porque tendría algunas cosas de niña de seguro (justo como era entonces para muchos: una niña rara que tenía algunas cosas de niño). Y que además los cambios de la adolescencia para las niñas sonaban del asco: yo no quería tener tetas grandes, ni caderas redondeadas, ni mucho menos sangrar cada mes ante la alternativa de no embarazarme ese mes.

Y ese comentario, tan impulsivo y honesto como fue, les incomodó lo suficiente para que todo el año me señalaran, me siguieran hasta en el baño para revisar si no tenía conductas extrañas, se rieran de mis ademanes y mi caminado (siempre tuve un brinquito como de ave caminando por el parque buscando migajas de pan). Incluso alguna vez me rodearon en grupo y me intentaron desnudar para ver si mi cuerpo era igual al de otras niñas, como si buscaran en mi forma física la razón de porqué tenía ideas diferentes a las de ellas.

Ahí, en 5to. aprendí que la expresión libre no era tan libre como creía y que tendría que bastarme el sentirme diferente pero no hablar de ello con nadie. Jamás le conté a alguien que cuando me sentía más triste en mi infancia, una de las cosas que me hacían sentir bien por un rato, era vestirme con la ropa de mis primos y acostarme en mi cama a ver el techo. Me imaginaba que tenía otro nombre, que nadie me cuestionaba por cómo me vestía (odiaba los vestidos y no comprendía porque decían que de grande debería de maquillarme y conseguir un novio) y que simplemente podía tener amigxs con quienes no tuviera que preguntarme todo el tiempo si lo que hacía, decía, pensaba era lo que se esperaba de mí. No me veía a mí mismo como un niño pero definitivamente jamás me sentí una niña. A veces sólo imaginaba que podía correr con el torso desnudo, en short y sin zapatos. Y eso me hacía sentir mejor.

Con diez años eso hubiera sido suficiente para tener la cabeza ocupada, pero estaba intentando sobrellevar el crecer en una casa llena de tabúes donde no se podía preguntar ni hablar de sexo, pero se tenían que guardar en secreto los toqueteos que mi padre nos hacía a mí y a mis hermanos cuando nadie veía; el tener por obligación excelentes calificaciones escolares para evitar las patadas y gritos; y jamás, jamás, dejar que los demás entrevieran que estábamos lejos de ser la familia perfecta.

Y, aun así, con todas esas situaciones rondándome, pasé de los once a los trece años rezando en secreto por las noches todos los días por no tener las ‘caderas’ de mi lado materno ni las ‘bubis’ de mi lado paterno. Y quizás funcionó, porque jamás pasé del brasier 32A o los pantalones 5.

Francamente, pasé tantos años en ‘modo supervivencia’ que los temas importantes, como saber qué quería y qué me gusta o cómo expresar lo que sentía, no era para nada parte de mi menú mental. Vivir con mi papá no fue nada fácil para ninguno en la familia.

El no cuestionarme esas cosas no hizo que las sensaciones extrañas desapareciesen, algo no se sentía bien. Mientras otras chicas se emocionaban con las fiestas, los vestidos, los rituales del género performativo, yo quería ser invisible. Fui a terapia y durante un par de años escuché a la terapeuta que mi problema era mi negación hacia mi lado femenino (quizás por los abusos de mi infancia) y que mientras no abrazara ese lado de mí, con todo lo que conlleva a nivel social y de anhelos personales, jamás iba a ser feliz. Así que, ante semejante conjetura, pasé un buen tiempo siguiendo sus instrucciones: sintiéndome mal por no ser como otras chicas, dónde me tenía que maquillar, dejar el futbol, cambiar mis ademanes, no seguir las cosas que me gustaban, sino lo que fuera más femenino. Todo para perseguir la cura de mi infelicidad. Realmente lo intenté tanto que hasta dolía. Hasta que, finalmente, dejé la terapia por muchos años.

Hace cuatro años, mientras ya tenía novia (enclosetada), comencé con taquicardias, ataques de ansiedad e insomnio. Durante meses sentí que me moría. Cada noche imaginaba que al dormirme no iba a despertar y dejaría huérfana a mi hija. La relación con mi novia terminó y yo seguía con los ataques de ansiedad. Ahora lidiaba con mi primera ruptura con una chica (realmente la pasé muy mal, pero con la ruptura salí del closet con mis amigos y me apoyaron mucho en lo que me sentí mejor). Y justo cuando me hice el propósito de comenzar a salir y jamás volver a aceptar una relación que me pidiera pretender ser quien no soy o estar en el closet, llegó la pandemia COVID-19 y estuve meses en encierro, lo que me llevo a darme cuenta de que sí quería socializar, y en una app la conocí a Ella.

Una chica, que me habló de su experiencia como chica trans y de todos aquellos temas que yo no sabía que tenían nombre. Fue abrumador. Para mí no había diferencia entre nombrarse chica o chica trans. Era una chica y punto. Sin embargo, no se puede tapar el sol con un dedo y la sociedad aún tiene un largo camino por entender y abrazar las experiencias que se salen del cisexismo y la heteronorma. Aprendí que todos replicamos cierto nivel de violencia y que tenemos esquemas aprendidos que no nos sirven para nada. Que aun con buenas

intenciones no basta. Hay que aprender, leer, investigar. Que invisibilizar es otro tipo de violencia y que no puedes saber por qué cosas ha pasado la otra persona (decía Ella que es más fácil desbaratar un átomo que un prejuicio). Que hay gente que odia tanto lo que no entiende, que hay que vivir muy consciente del entorno.

Y con todo lo que había platicado, aprendido y compartido, ahí estaba yo, sudando frío cuando Ella me dijo: ¿estás segura que eres cis?

No fue instantáneo, me llevó unos meses más el darme cuenta de que internamente creía que ser trans era un tipo de rareza. Por eso ‘no podía ser eso’. Ya estaba bien siendo solo bisexual.

Cada vez aprendía más términos, encontraba más coincidencias. Y por más abrumador que era, pasaba horas leyendo en internet. Ahora sé que lo que quería era encontrarme y la primera luz en el camino fue topar en internet con historias que, como yo, se salían de la norma. Pude respirar y no sentirme loco o avergonzado por querer operarme los senos para, finalmente, poder correr en short, con el torso desnudo (aún no me he podido operar, pero cuando junte el dinero, espero poder ir a la playa y tirarme en la arena sin playera al sol).

Con las crisis de ansiedad, intenté la acupuntura y comencé a platicar de muchos temas con mi acupunturista. Estaba al borde de consumir ansiolíticos, hasta que un día pude decir entre llanto: creo que soy no binario. Y sin entender bien hasta entonces lo mucho que me ahorcaba el cisexismo, la heteronorma y la performatividad del género, gran parte de mi ansiedad se evaporó y no volvió más.

Entendí y acepté que no hay una forma única de ‘salirse de la norma’. Que había todo un mundo fuera de los conceptos binarios que conocía, que había DIVERSIDAD en todas direcciones (prácticas sexuales, identidades, expresiones, etc.). Y aunque ha sido un proceso muy intenso y con muchos giros inesperados donde me he equivocado por montones, jamás había sido más feliz conmigo mismo a como lo soy ahora.

Sí, es todo un proceso, algunos tardamos más en llegar a nosotros mismos y si bien ya no tengo diez ocho años, tengo una hija (actualmente tiene once años) y no ha sido fácil defender mi identidad, NUNCA es tarde para ser tu mismx. Mi vida ahora no es más fácil, tiene muchos retos sociales ser disidente del género. Y sigo siendo raro pero ahora soy un raro feliz porque soy más Yo que nunca y eso hace que todo el proceso lo valga.








Comments


bottom of page